Dan tomo la interestatal sin ningún
vestigio de duda en su cabeza y empezó su recorrido hacia Baton Rouge, Mickey
seguramente estaría esperando a que él llegue aquella noche a trabajar y,
cuando vuelva de aquel viaje, seguramente se encuentre desempleado. Pero nada
de eso le importaba, el reencuentro con su hijo no podía esperar. Mientras el
viento soplaba y movía ligeramente la camioneta hacia el costado de la ruta, las
gotas de lluvia caían una atrás de la otra sobre el vidrio del parabrisas como
si se tratará de las bombas que caían en las playas de Normandía en el
documental que habían visto con Cam en la casa de su padre. El viaje durará
toda la noche -pensé-, pero el frío de mis prendas mojadas, la adrenalina de
ver de nuevo a Jack y las costumbres de trabajar por la noche me ayudarán a mantenerme
atento a la carretera.
Jack también nació en un día lluvioso. Eran
alrededor de las tres de la tarde y Dan estaba trabajando como mesero un pequeño
restaurant familiar cuando lo llamaron de la barra para avisarle del llamado de
Lynn.
-Rompí bolsa- dijo Lynn con un tono agitado
y desesperado-. No tengo a nadie que me ayude, no sé qué hacer.
Escuchar esas palabras dibujaron una
sonrisa en mí cara, pero rápidamente se convirtió en desesperación, mi turno no
terminaba hasta dentro de tres horas y aun saliendo en ese momento, el
restaurante se encontraba demasiado lejos del hospital más cercano a su casa.
-Tranquila, llama rápido a la ambulancia.
Te prometo que yo voy a estar allá pronto para ayudarte en todo lo que
necesites- contesté sin estar completamente seguro de que pudiera cumplir
aquello que estaba prometiendo fuese cierto.
- Esta bien, pero…- una de las
contracciones interrumpió la frase- no voy a poder hacerlo sola.
Rápidamente corté la llamada y salí disparado
hacia mi camioneta sin dar aviso a nadie de lo que había pasado. Tenía los
minutos contados y la tormenta que había ese día no iba a hacer el recorrido al
hospital mucho más fácil.
Cuando la vieja camioneta pasó por debajo
de un puente, el vidrio delantero quedo totalmente cubierto por el agua, como
si hubiesen tirado un baldazo de agua fría para que vuelva al presente. A medida
que pasaban las horas y me acercaba aún más al pequeño pueblo de Luisiana
empezaba a imaginarme los distintos escenarios y reacciones que podría tener
Jack al verme luego de todo el daño que le había generado, al fin y al cabo, Cam
no había perdonado a su padre, ¿Por qué Jack haría las paces? Él sabía que no
había sido justo con su hijo, no porque haya podido entenderlo sino porque el
alcohol ni siquiera permitió que lo intente.
A pesar de estar acostumbrado a mantenerme
despierto por noches enteras, el estrés que había vivido en el intento de
rescate del lagarto del padre de Cam estaba surgiendo efecto en el cansancio
que sentía, pero no había tiempo para parar a dormir si quería llegar a primera
hora del día siguiente al nuevo hogar de mí familia.
En
la primera noche que Jack llegó a su casa, tampoco tuve mucho tiempo de
descanso. Tras haber llegado de buena manera para apoyar a Lynn durante el
parto, Jack nació sano y volvieron a su hogar con un nuevo integrante en la
familia. Aquella noche ninguno de los dos tuvo muchas horas de sueño. Siempre
que intentaban dormir, Jack empezaba a llorar. Lynn intentó tranquilizarlo unas
cuantas veces, pero a la tercera vez que comenzaron las lágrimas sentí como
Lynn toca mi hombro.
-Yo no me levantó más-dijo-. Yo ya lo tuve
que cuidar y llevar conmigo a todas partes durante nueve meses en mi panza,
ahora te toca a vos.
-Yo voy, intenta descansar que tu día fue
más laborioso que el mío- contesté, aunque no tenía muchas alternativas ya que
lo de mi esposa fue una orden y cayó desmayada antes de escuchar mi respuesta.
Así fue como me acerqué a la cuna y miré a
mí hijo que se encontraba rodeado de sábanas blancas, imaginaba que seguramente
era así como se veían los ángeles, aunque quería imaginar que no eran tan
molestos y ruidosos como el constante chillido de Jack. Luego lo levanté y empecé a mecerlo en mis
brazos, al poco tiempo las lágrimas empezaban a desaparecer de los ojos de Jack
y empezaban a aparecer en mis ojos, no podía contener la alegría que le
generaba ese momento y de tener la posibilidad de acompañar y aconsejar a ese
pequeño durante todos los momentos de su vida. Jack finalmente se quedó dormido
cuando los primeros rayos de sol entraban por las rendijas de la persiana y lo
apoyé suavemente en la cuna y lo arropé cariñosamente antes de empezar a
prepararme para volver a trabajar.
A medida que se disipaba la tormenta, salía
la luz que marcaba el comienzo de un nuevo día y el cartel verde que decía
"Bienvenido a Baton Rouge" se veía cada vez más grande y cuando más crecía
el cartel, más crecían mi nerviosismo. Una vez pasado el cartel busque el papel
en el que tenía anotada la dirección, cuando leí "Calle Bennington
207" en aquel pedazo de servilleta arrugada y maltrecho por el paso del
tiempo empezó a pensar que tal vez esto era un error, ellos se habían mudado
hasta aquí solo para alejarse de mí y hoy volvería a entrometerse en sus vidas.
Sin embargo, ya era tarde para dar la vuelta, ya me encontraba demasiado cerca
de la casa de mi hijo.
Baton Rouge era una ciudad con muchos
espacios verdes, se veían muchas ardillas correteando por los árboles y
distintos tipos de aves que eran alimentadas con migajas de pan por señores
mayores que se encontraban disfrutando del calor del sol tras la gran tormenta
del día anterior. Al darme cuenta de esto no pude evitar sonreír porque sabía cuánto
amaba la naturaleza Jack. Cuando Jack era pequeño, Lynn quería que el niño
juegue al fútbol, pero el siempre que podía se ponía a un costado de la cancha
y empezaba a tocar a los distintos insectos que se encontraban en el suelo con
un palo. Siempre que me acercaba para que vuelva a la cancha giraba y me decía:
-Siempre que patean o corren, están matando
a estos insectos, yo no los quiero matar. Ellos son importantes para la
ecología.
- Si vos lo decís, debe ser así, a fin de cuentas,
sos vos el que lee todos los libros sobre animales- le contestaba siempre. A mí
tampoco me habían interesado los deportes de pequeño y no entendía la obsesión
de Lynn por ese deporte. Al verlo tan feliz manipulando a los insectos, dejaba
que lo haga, aunque ella me regañaba por no convencerlo de jugar.
Cuando mis ojos volvieron al mapa, me di cuenta
que estaba a un par de cuadras y decidí estacionar el auto y acercarme hasta
allí a pie. Mientras seguía planteándome los distintos escenarios posibles y
pensaba en distintas disculpas a Jack por no aceptarlo como verdaderamente era,
iba observando que aquel barrio era mucho mejor que en el que vivían cuando estaban
todos juntos y fue reconfortante pensar que tal vez el cambio que habían hecho
resulto ser mejor para la vida de su ex esposa y su hijo.
Al
llegar a la esquina de la casa, mi cuerpo empezó a temblar como lo hizo la
primera vez que tuve a Jack en sus brazos, la ropa que se estaba empezando a
secar por el calor de aquel día, volvía a humedecerse con mi transpiración
nerviosa y mi corazón bombeaba a gran velocidad como cuando tuve que tapar con
cinta las fauces del lagarto gigante del padre de Cam. Quería frenar para tranquilizarme y
acomodarme, pero cuando me quise dar cuenta ya me encontraba frente al buzón con
el apellido de soltera de mi ex esposa.
Era
una casa blanca, como las sabanas que usó Jack en su primera noche conmigo, con
tejas rosadas y un poco descuidadas. Me armé de coraje y me acerque a la puerta
y alce mi mano para golpearla, antes de que mi mano llegué a impactar con la
madera, se empezaron a escuchar las cerraduras. Ya podía imaginarme, como lo
había soñado en tantas ocasiones, que Jack era quién abriría esa puerta y que
podría volver a abrazarlo y tenerlo en mis brazos como la primera vez. Se
escucha la última cerradura y la puerta se entreabre y el rostro que aparece no
es el de Jack, es el rostro ceñudo de Lynn que no quería saber nada sobre mí y
tampoco quería que vuelva a la vida de Jack. Mi mundo se cayó a pedazos en ese
instante, pero no podía desmoronarme, tenía que formar parte de su vida de
alguna forma.
Mi
manera de mostrar arrepentimiento fue empezar a colaborar económicamente para
que nuestro hijo vaya a la universidad, pero no pude ver a mi hijo y siempre me
va a quedar la intriga si alguna vez supo de aquella visita, supongo que no fue
tal como lo había soñado en tantas ocasiones, pero es entendible, hay ciertas
cosas en las que no alcanza el arrepentimiento para sanar las heridas.