martes, 18 de agosto de 2020

El reencuentro- A partir de Poissant

Dan tomo la interestatal sin ningún vestigio de duda en su cabeza y empezó su recorrido hacia Baton Rouge, Mickey seguramente estaría esperando a que él llegue aquella noche a trabajar y, cuando vuelva de aquel viaje, seguramente se encuentre desempleado. Pero nada de eso le importaba, el reencuentro con su hijo no podía esperar. Mientras el viento soplaba y movía ligeramente la camioneta hacia el costado de la ruta, las gotas de lluvia caían una atrás de la otra sobre el vidrio del parabrisas como si se tratará de las bombas que caían en las playas de Normandía en el documental que habían visto con Cam en la casa de su padre. El viaje durará toda la noche -pensé-, pero el frío de mis prendas mojadas, la adrenalina de ver de nuevo a Jack y las costumbres de trabajar por la noche me ayudarán a mantenerme atento a la carretera.

 

Jack también nació en un día lluvioso. Eran alrededor de las tres de la tarde y Dan estaba trabajando como mesero un pequeño restaurant familiar cuando lo llamaron de la barra para avisarle del llamado de Lynn.

-Rompí bolsa- dijo Lynn con un tono agitado y desesperado-. No tengo a nadie que me ayude, no sé qué hacer.

Escuchar esas palabras dibujaron una sonrisa en mí cara, pero rápidamente se convirtió en desesperación, mi turno no terminaba hasta dentro de tres horas y aun saliendo en ese momento, el restaurante se encontraba demasiado lejos del hospital más cercano a su casa.

-Tranquila, llama rápido a la ambulancia. Te prometo que yo voy a estar allá pronto para ayudarte en todo lo que necesites- contesté sin estar completamente seguro de que pudiera cumplir aquello que estaba prometiendo fuese cierto.

- Esta bien, pero…- una de las contracciones interrumpió la frase- no voy a poder hacerlo sola.

Rápidamente corté la llamada y salí disparado hacia mi camioneta sin dar aviso a nadie de lo que había pasado. Tenía los minutos contados y la tormenta que había ese día no iba a hacer el recorrido al hospital mucho más fácil.

 

Cuando la vieja camioneta pasó por debajo de un puente, el vidrio delantero quedo totalmente cubierto por el agua, como si hubiesen tirado un baldazo de agua fría para que vuelva al presente. A medida que pasaban las horas y me acercaba aún más al pequeño pueblo de Luisiana empezaba a imaginarme los distintos escenarios y reacciones que podría tener Jack al verme luego de todo el daño que le había generado, al fin y al cabo, Cam no había perdonado a su padre, ¿Por qué Jack haría las paces? Él sabía que no había sido justo con su hijo, no porque haya podido entenderlo sino porque el alcohol ni siquiera permitió que lo intente.

 

A pesar de estar acostumbrado a mantenerme despierto por noches enteras, el estrés que había vivido en el intento de rescate del lagarto del padre de Cam estaba surgiendo efecto en el cansancio que sentía, pero no había tiempo para parar a dormir si quería llegar a primera hora del día siguiente al nuevo hogar de mí familia.

 En la primera noche que Jack llegó a su casa, tampoco tuve mucho tiempo de descanso. Tras haber llegado de buena manera para apoyar a Lynn durante el parto, Jack nació sano y volvieron a su hogar con un nuevo integrante en la familia. Aquella noche ninguno de los dos tuvo muchas horas de sueño. Siempre que intentaban dormir, Jack empezaba a llorar. Lynn intentó tranquilizarlo unas cuantas veces, pero a la tercera vez que comenzaron las lágrimas sentí como Lynn toca mi hombro.

-Yo no me levantó más-dijo-. Yo ya lo tuve que cuidar y llevar conmigo a todas partes durante nueve meses en mi panza, ahora te toca a vos.

-Yo voy, intenta descansar que tu día fue más laborioso que el mío- contesté, aunque no tenía muchas alternativas ya que lo de mi esposa fue una orden y cayó desmayada antes de escuchar mi respuesta.

 

Así fue como me acerqué a la cuna y miré a mí hijo que se encontraba rodeado de sábanas blancas, imaginaba que seguramente era así como se veían los ángeles, aunque quería imaginar que no eran tan molestos y ruidosos como el constante chillido de Jack.  Luego lo levanté y empecé a mecerlo en mis brazos, al poco tiempo las lágrimas empezaban a desaparecer de los ojos de Jack y empezaban a aparecer en mis ojos, no podía contener la alegría que le generaba ese momento y de tener la posibilidad de acompañar y aconsejar a ese pequeño durante todos los momentos de su vida. Jack finalmente se quedó dormido cuando los primeros rayos de sol entraban por las rendijas de la persiana y lo apoyé suavemente en la cuna y lo arropé cariñosamente antes de empezar a prepararme para volver a trabajar.

 

A medida que se disipaba la tormenta, salía la luz que marcaba el comienzo de un nuevo día y el cartel verde que decía "Bienvenido a Baton Rouge" se veía cada vez más grande y cuando más crecía el cartel, más crecían mi nerviosismo. Una vez pasado el cartel busque el papel en el que tenía anotada la dirección, cuando leí "Calle Bennington 207" en aquel pedazo de servilleta arrugada y maltrecho por el paso del tiempo empezó a pensar que tal vez esto era un error, ellos se habían mudado hasta aquí solo para alejarse de mí y hoy volvería a entrometerse en sus vidas. Sin embargo, ya era tarde para dar la vuelta, ya me encontraba demasiado cerca de la casa de mi hijo.

Baton Rouge era una ciudad con muchos espacios verdes, se veían muchas ardillas correteando por los árboles y distintos tipos de aves que eran alimentadas con migajas de pan por señores mayores que se encontraban disfrutando del calor del sol tras la gran tormenta del día anterior. Al darme cuenta de esto no pude evitar sonreír porque sabía cuánto amaba la naturaleza Jack. Cuando Jack era pequeño, Lynn quería que el niño juegue al fútbol, pero el siempre que podía se ponía a un costado de la cancha y empezaba a tocar a los distintos insectos que se encontraban en el suelo con un palo. Siempre que me acercaba para que vuelva a la cancha giraba y me decía:

-Siempre que patean o corren, están matando a estos insectos, yo no los quiero matar. Ellos son importantes para la ecología.

- Si vos lo decís, debe ser así, a fin de cuentas, sos vos el que lee todos los libros sobre animales- le contestaba siempre. A mí tampoco me habían interesado los deportes de pequeño y no entendía la obsesión de Lynn por ese deporte. Al verlo tan feliz manipulando a los insectos, dejaba que lo haga, aunque ella me regañaba por no convencerlo de jugar.

 

Cuando mis ojos volvieron al mapa, me di cuenta que estaba a un par de cuadras y decidí estacionar el auto y acercarme hasta allí a pie. Mientras seguía planteándome los distintos escenarios posibles y pensaba en distintas disculpas a Jack por no aceptarlo como verdaderamente era, iba observando que aquel barrio era mucho mejor que en el que vivían cuando estaban todos juntos y fue reconfortante pensar que tal vez el cambio que habían hecho resulto ser mejor para la vida de su ex esposa y su hijo.

 

 Al llegar a la esquina de la casa, mi cuerpo empezó a temblar como lo hizo la primera vez que tuve a Jack en sus brazos, la ropa que se estaba empezando a secar por el calor de aquel día, volvía a humedecerse con mi transpiración nerviosa y mi corazón bombeaba a gran velocidad como cuando tuve que tapar con cinta las fauces del lagarto gigante del padre de Cam.  Quería frenar para tranquilizarme y acomodarme, pero cuando me quise dar cuenta ya me encontraba frente al buzón con el apellido de soltera de mi ex esposa.

 Era una casa blanca, como las sabanas que usó Jack en su primera noche conmigo, con tejas rosadas y un poco descuidadas. Me armé de coraje y me acerque a la puerta y alce mi mano para golpearla, antes de que mi mano llegué a impactar con la madera, se empezaron a escuchar las cerraduras. Ya podía imaginarme, como lo había soñado en tantas ocasiones, que Jack era quién abriría esa puerta y que podría volver a abrazarlo y tenerlo en mis brazos como la primera vez. Se escucha la última cerradura y la puerta se entreabre y el rostro que aparece no es el de Jack, es el rostro ceñudo de Lynn que no quería saber nada sobre mí y tampoco quería que vuelva a la vida de Jack. Mi mundo se cayó a pedazos en ese instante, pero no podía desmoronarme, tenía que formar parte de su vida de alguna forma.

 Mi manera de mostrar arrepentimiento fue empezar a colaborar económicamente para que nuestro hijo vaya a la universidad, pero no pude ver a mi hijo y siempre me va a quedar la intriga si alguna vez supo de aquella visita, supongo que no fue tal como lo había soñado en tantas ocasiones, pero es entendible, hay ciertas cosas en las que no alcanza el arrepentimiento para sanar las heridas.

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