Estaba haciendo calor, el sol le estaba quemando la nuca y estaba verdaderamente molesto por todo lo que llevaba encima en su camino a Dubrovnik. "¿Por qué debo volver a esa ciudad?", se preguntó mientras seguía su marcha hacia aquel lugar a paso firme. Aquellas dudas sobre su retorno eran justificadas, aquellas personas a las que el amaba y formaron parte de su infancia no quieren saber nada de él o no pueden, ya que pasaron a mejor vida.
Él no quería volver, pero no tenía mejor opción, era un hombre de principios e iba a hacer todo lo posible para defenderlos. Sus padres, a los que no podía ver hace meses, intentaron convencerlo de que no era necesario enfrentarse a tanta gente conocida y a la que les tenía un gran aprecio, pero no había nada que pudiera detenerlo.
A medida que iba llegando a aquel pueblo que lo vió crecer, podía observar como los encuentros familiares se alertaban y la gente buscaba escondite a gran velocidad, mientras observaban con odio a aquel grupo que se acercaba cada vez más a donde ellos vivían.
Es en ese momento cuando decide observar a su derecha, donde estaba su hermano, todavía estaba recuperándose de una herida grave en la cara a causa de una de las explosiones la semana pasada, pero ni las marcas ni el vendaje podían ocultar el miedo que expresaba su rostro. Un silencio abrumador ensordecía a todos los que nos encontrábamos allí, como esos silencios que auguran una tormenta, y estábamos preparados con nuestras armas en mano, para combatir contra aquellas personas con las que nos criamos.
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